lunes, 1 de diciembre de 2008

Fresia


Soy un ser humano. Soy un ser humano. Siempre detesté esa escena de la película El Hombre Elefante. Soy una elefante y no soporto que John Hurt no sienta orgullo de su apodo. Llegué hace 50 años desde Asia. No soy una elefanta africana cualquiera, como hay tantas, soy asiática. Esbelta, refinada y encantadoramente pacífica. Oriunda de la India. Mi vida de 50 años se podría resumir en una sola palabra. Amor. Mierda Qué habrá pasado. Ya no escucho el cañonazo de las doce. Si me hubiera quedado en India hubiera sido fecundada por cientos de elefantes. Pero al permanecer inmaculada arriba de un cerro presidido por una virgen tuve la oportunidad de disfrutar de las bondades del amor platónico. Ya ya voy mi amor, deje contarles a ellos nuestro idilio. Un día el amor llegó y me dio vuelta de un trompazo. No le temo al amor. He sido una de las pocas de mi especie que he podido elegir enamorarme. Nunca he caído víctima de los celos o la envidia como otras paquidermas. Valoro la independencia y libertad de mi pareja. Mierda. Por qué no sonará el cañonazo de las doce. No me gusta el museo donde tienen mi cabeza. Sin el resto de mi cuerpo me siento desnuda. En vez de elefanta ahora soy como un gran agujero. A mi cuerpo lo dejaron pudrirse, no lo disecaron por falta de presupuesto estatal. No les voy a negar que siento mejor así. Estoy más liviana, es cierto. No les conmueve mi testimonio. Si me preguntan cómo fue mi vida. Contestaría que soy una leyenda e inmediatamente diría, altiva, alguna otra pregunta por favor no se contengan, aplaudan, como las grandes divas del cine. No sean tímidas, alábenme. Sonrían o lloren, cualquier cosa. Miren que este episodio inicial de mi talk-show desde el Museo de Historia Natural debe tener una audiencia arrasadora. Bueno no he terminado. El amor para mi es. Mierda. Por qué no escucharé el cañonazo. Mi enamorado dejó de interesarse en el glamour en las modelos top. You are so incredible tonigth, me decía. No se deja deslumbrar por los destellos de los espejos de colores. Prefirió consagrarse a mí, venerarme, idolatrarme. Fui la reina del zoo para él. De todas maneras no fue el único. También me tincas tú, el de la jardinera azul que todos días me traes alimento. Nunca has fallado. Tampoco nunca te has sobrepasado conmigo aunque ganas no me han faltado de tomarte con mi trompa y aprisionarte contra mi pecho. Me excita cuando me duchas con ese chorro potente y persistente, cuando jabonas mi espalda y me lavas a baldazos. Pero qué dirían en la administración si hiciéramos público nuestro romance. No nos entenderían. Pero yo sólo tengo ojos para uno, para mi admirador. El de la jardinera azul lo hacía por trabajo y tú lo haces por placer. El público iba solamente los fines de semana pero tú estabas todos los días a mi lado. El sólo me prefería a mí, no veía a otras animalas. También me defendió de una zonza canción infantil que me ridiculizaba aseverando que salgo a pasear en bicicleta, con una sombrilla y un vestida de tul. Vomito al pensar en esa imagen. Mi amado no pudo defenderme en el momento crucial. La disecación. Desollaron mi cuerpo. Cortaron mi cabeza. Desnuda en la mesa del taxidermista, sacaron mis milenarios intestinos que fueron a parar al basurero metropolitano. El no pudo hacer nada por mi. Aunque estuvo presente durante la obscena operación. El no tenía la culpa de ser taxidermista en práctica. Separó mi piel, mis kilos de grasa y los expuso por primera vez a la vez. Desmembraron patas y cuerpo. Desmantelaron mis huesos. Si bien cedí toda mi envergadura jamás tocaron mi trompa. Mi cuerpo convertido en carroña pero la trompa permaneció intacta. El, el predador, con su bisturí rasgó mi hígado sideral y una lágrima afloró por la mejilla de mi amado carnicero. Se repartieron mi cuerpo las aves. Al menos respetaron mi trompa. El lloró durante días. Ese fue nuestros gran lecho conyugal. La mesa de operaciones. La morgue. El iba recibiendo mis interiores y depositándolos en bolsas negras. El sólo seguía instrucciones de sus superiores. Mierda por qué ya no siento el cañonazo de las doce. Viví en una reality show durante 50 años. Encerrada a la vista del público. Ya no habrá más show. Solo queda un animal frágil. Soy un animal. Soy un animal. Fin del espectáculo.

El Hombre Elefante. Sonrían damas y caballeros. Voy a deletrear su nombre. Ustedes son ahora tan prisioneros como ella. Sonrían, Damas y Caballeros. Ya no habrá más elefanta en el zoológico puesto que ella ha muerto. Ya no habrá más espectáculo para los niños, para los sádicos que le ofrecían monedas y piedras que horadaban su esófago. Yo la amaba. Qué indignación, qué ignominia, nadie la defendía. Ella era el gran espectáculo de feria. Un animal de atracción. Damas y Caballeros. Los bramidos de su trompa todavía se escuchan en las laderas del cerro de la virgen.

Ella se fue sin avisar.

Arrancaba las sonrisas de los niños, las excitaciones de los zoofílicos más perturbados. Como si fuera una gran vedette, hasta en invierno ella exhibía sus partes pudendas al aire, incluso ante un público infantil. Ella, la estrella del gran espectáculo zoológico, del Bim Bam Bum de Noé. Señoras y señores. La Elefanta Ha Muerto. Voy a deletrear su nombre. Seis letras. Zoofílicos: la tenían al alcance de la mano. Nunca pudo ser fecundada por elefante alguno. Era la única en su especie en la zona. Tenía las manos atadas, nunca nadie le dijo un piropo en su gigantesco lóbulo. Hubiera sido su gran consuelo a la soledad, aunque fuera el oso polar, las hienas, una serpiente o el cocodrilo. ¡Pero a ustedes que les importa!

Nunca la quisieron. Ella está en otro sitio ahora. Voy a deletrear su nombre.

Su cabeza se puede hallar como trofeo de caza en el Museo de Historia Natural

Con su trompa lacia y los ojos tristes quizá recordando las toneladas de basura que ingirió y que permanecieron en su estómago por 50 años. Ella fue embalsamada, pero como ninguna institución tenía el presupuesto suficiente para disecar su cuerpo completo sólo su cabeza pasó por el hábil taxidermista.

El resto del cuerpo quien sabe donde está, en qué cadena de supermercados se encuentra, como en la película de Jodorowsky Santa Sangre donde a un elefante muerto lo tiran por un acantilado donde lo esperaban hordas de hambrientos que con sus machetes bistequeaban al animal. La única vez que vi esa película vomité. Había comido empanaditas de pera y vomité desde una gradería en altura.

Protagonizando esa clase de bajezas y de humillaciones transcurrió su miserable vida soportando el oxido acumulado en su estómago por la cantidad de monedas, pesos, después escudos y luego de nuevo pesos, que los niños les daban a comer.

Elevo una plegaria en su nombre, heredado de la brava mujer de Caupolicán.

Quizá su sino trágico ya estaba predeterminado con la elección de ese nombre.

A la mañana siguiente de la muerte de la elefante, el zoológico apareció plagado de hojas negras, muertas y ásperas. El sol empezaba a salir, pero ningún animal gruñó o bramó. Ese día su nariz no se elevaría al cielo. Al menos ya nadie le dará de comer porquerías. En las noches los guardias del museo dicen haber visto su extensa trompa oscilar levemente produciendo una suave brisa que apacigua la canícula de las museales noches de verano. La trompa asemejaba un gigantesco pene fláccido, dicen los aseadores. Todas las campanas sonaron al unísono en recuerdo de quien sería el único símbolo animal de la ciudad el día de su fallecimiento. Hoy existe una asociación compuesta por más de 3000 personas que honran su memoria metropolitana. GAF Grupo de Amigos de Fresia.

Su objetivo principal es venerar la figura del animal y traspasar a las nuevas generaciones el carácter transversal de este icono que sobrevivió al golpe de estado, innumerables presidentes de la república, frustradas clasificaciones a campeonatos de fútbol y juegos olímpicos. Yo soy uno de los últimos integrantes de este grupo y hasta hoy recuerdo la figura de nuestra heroína. Sobre el resto de su cuerpo no hay certeza. Creo que una de sus patas -la derecha- está caminando por la estepa asiática, lugar de donde nunca debió ser arrancada. La izquierda podría estar sirviendo de pisapapeles del hacedor universal.

Ella era el símbolo del zoológico y de la metrópolis. Por suerte no alcanzó a ver la arremetida de los malls, los cines multiplex, los celulares que sacan fotos, TLC, la paz entre una elefante musulmán y una elefanta judía, la caída de la Torres, la versión electroclash de la tierna canción que le dedicó Mazapán, ser nombrada hija ilustre de la localidad de Fresia. El resto del cuerpo que no fue embalsamado voló por los aires y un helicóptero castrense la arrojo al mar.

Un estruendoso splash se produjo en la costa de la zona central. Bienvenida le dijeron otros que corrieron la misma suerte. Miro todos los días en silencio la foto que me saqué en el Jumbo junto a una elefanta que la imitaba. Rápidamente me di cuenta que no era la verdadera. Se le notaba el cierre y las costuras del disfraz.

La ropa que usaba en esa época paradójicamente se ha puesto de moda otra vez.

Algo en común tengo con Fresia en esa polaroid descolorida.

Ninguno de los dos tuvimos la oportunidad de amar a alguien de nuestra especie. Pero quien dijo que era fácil amar. Voy a deletrear su nombre. No volveré a pronunciar su nombre. Quizá otros nombres necesita. La bautizaré Bridget o Laetitia. Renne o Petra. Esos nombres le sientan bien. Vamos a dejarla tranquila a la elefanta. Te pedimos excusas por todos los excesos y barrabasadas cometidas en contra tuya hasta después de tu muerte. Todo esto ya no te importa, pero te pido perdón.

¿Estás muerta? ¿Tienes sed, hambre? ¿Sonríes? ¿Sabes que es una ucronía? ¿Qué hubiera pasado si Fresia nunca hubiera llegado a Chile? ¿Qué hubiera pasado si Fresia no estaría muerta? ¿Qué hubiera pasado con Fresia si el golpe de Estado de 1973 no hubiera existido? ¿si Pinochet hubiera sido detenido? ¿y Allende hubiera continuado en el poder hasta 1977 como estaba estipulado en la Constitución ¿Si Víctor Jara se hubiera convertido en una estrella internacional tipo Bob Dylan? ¿y Chile se hubiera transformado en una Cuba víctima del bloqueo? ¿Qué hubiera pasado si algún artista hubiera transformado a Fresia en ícono retratándola en un cuadro hiperrealista? ¿Si Fresia se hubiera pintando a sí misma? ¿Si Patricia Iribarra hubiera interpretado a Fresia en una obra teatral de los 80 en el Teatro de Tomás Vdiella? ¿Si en la primera escena de esa obra apareciera El Hombre Elefante enamorado de Patricia Iribarra? ¿Qué hubiera pasado si Fresia hubiera muerto en 1973? ¿Y la confundieran con una detenida desaparecida? ¿Qué pasaría si algún día un chileno se preguntara qué es un golpe de estado? ¿Qué hubiera pasado si el Jumbo hubiera elegido a Fresia como mascota y su icono se expandiera por todo el continente como sinónimo de economía y bajos precios, con un agujero de óxido en el estómago de tantas monedas de a peso que comió? ¿Si Fresia se vengara de cada uno de los que le dieron a probar esas monedas? ¿Qué pasaría si la imagen de esa acera del frente de ese país imaginario se empezara a pixelar, a demostrar su falsedad de photoshop? ¿Si Fresia se enamorara de su verdugo, de su taxidermista? ¿Si una calle llevara su nombre? ¿Qué pasaría el Jumbo vendiera pedazos de carne de elefante? ¿Si Fresia hubiera crecido como una elefanta anónima en la India? ¿Si Fresia hubiera visto el lado de la virgen que siempre se ha ocultado? ¿Si Fresia hubiera tirado molotov con pasamontañas? ¿Si la virgen usara pasamontañas? ¿Si en el Jumbo vendieran carne de virgen congelada y etiquetada? ¿Si Fresia subiera el cerro de la virgen con una cruz acuestas al encuentro con su madre en el calvario? ¿Si hubieran aplicado corriente a Fresia? ¿Si Fresia armada hubiera salido a defender al pueblo? ¿Si el olor a zoológico, a agua estancada, a pelusa podrida que extendiera por todo Chile? ¿Si alguien hubiera acariciado a Fresia?Cuando pequeño me regalaron un mini zoo, pero mi madre nunca me dejo jugar con él por miedo a que perdiera las figuritas, la figurita del elefante ¿Qué hubiera pasado si con el cráneo de Fresia hubieran construido una casa de muñecas para niños aburridos en un zoo sin elefanta, en una ciudad sin elefantas?.

1 comentario:

Thérèse Bovary dijo...

Ohhhhhhhhhhhh
qué notable
Vendré a leerlo muchas veces
Y gracias por tus palabras